Días atrás, una pareja me abordó
en un bar. Como plática de desconocidos
en un momento de relajación y desestrés, nuestra actividad fue el primer tema
de conversación. Por casualidad ellos
también eran arquitectos y la plática se tornó de lo trivial a lo laboral,
llena del ego que caracteriza a la profesión y más aún a los recién egresados
que empiezan a ver crecer sus proyectos en la ciudad. “La única casa diferente que se ha construido
en esa zona, la proyecté yo” dijo muy orgulloso uno de ellos, perdiendo
inmediatamente mi interés y por mucho mi admiración.
Las construcciones de una ciudad
están determinadas por factores históricos y culturales, principalmente; son
soluciones a un contexto natural que el hombre debe modificar para hacerlo más
confortable, más funcional y más integrado a sus habitantes, vertiendo en ellos
los fenómenos sociales, políticos, económicos, religiosos y por supuesto
ambientales. El estilo arquitectónico de
una ciudad se define con el paso del tiempo y es un ejercicio eterno de prueba
y error para que los elementos más emblemáticos sean reconocidos, emulados e
instaurados como parte esencial de las construcciones del sitio.
Querétaro |
Los balcones, las losas
inclinadas cubiertas de teja de barro, las bóvedas, los gruesos muros de adobe
y hasta las dovelas, tienen una historia y una función en la arquitectura
mexicana. Aun cuando su uso no está
restringido a dar solución estructural y funcional específicamente en una
construcción, nacen para satisfacer una necesidad y no como simples
casualidades. Los patios centrales, por
ejemplo, tenían la función de ventilar e iluminar de forma natural los espacios
interiores, generando microclimas que fueran más frescos, ya que fuera por la
seguridad conventual o por la disposición de los lotes en las manzanas, no
existía la posibilidad de ventilar todos los espacios al exterior; y en términos estéticos, eran espacios preferentemente
contemplativos para la arquitectura novohispana que se vivía al interior de las
construcciones. Si pensamos en los
patios centrales de hoy en día, ¿conservan las características a las que deben
su existencia?
Aun con la influencia del
movimiento moderno, que destruyó gran número de ciudades en el mundo y sus
arquitecturas, en México hemos logrado conservar gran parte del patrimonio
construido y conservado muchos de los elementos tradicionales de nuestras
construcciones, permitiendo así que cada una de nuestras ciudades mantenga el
carácter y sensaciones que las hace únicas e irrepetibles. Y no por ello debemos pelearnos con lo que
pasa en el resto del mundo, sólo debemos reconocer a cada tipo de arquitectura
y darle el lugar que se merecen.
La tendencia de la “arquitectura
escultórica” ha sembrado controversiales edificios alrededor del mundo pero su
objetivo tiene que ver con atractivos urbanos que permitan el rescate de zonas
muy degradadas y logren posicionar el nombre de una ciudad en la población
internacional, como del arquitecto que la realiza. Este es el caso del Guggenheim de Bilbao o de
la Biblioteca Nacional de Francia, detonadores de grandes renovaciones urbanas
y que como esculturas han logrado cumplir su cometido, aun cuando en lo
funcional las críticas sean fuertes. Si
en México queremos conocer este tipo de arquitectura, no queda la menor duda
que la Avenida Reforma en la Ciudad de México, el distrito financiero de Santa
Fé, el libramiento sur en Querétro, la vía Atlixcáyotl en Puebla o la Avenida
Lázaro Cárdenas en Monterrey son ejemplos del desarrollo bursátil, financiero e
industrial, ejemplificados en las más alternativas cajas de acero y cristal.
¿Queremos que Puerto Vallarta se
convierta en una mala copia de la arquitectura internacional y compita contra
skylines como los de Miami o Vancouver? ¿Queremos empezar a ver en Los Cabos
casas que se destaquen por su arquitectura minimalista y abiertamente
reaccionaria?
Conservar nuestra arquitectura es
tarea de todos y principalmente de los que nos consideramos profesionistas
espaciales y nuestra labor profesional deberíamos invertirla en recuperar
nuestra cultura y nuestra historia en lugar de buscar cómo sobresalir del
trabajo de los demás. Debemos
preocuparnos porque nuestra arquitectura sea silenciosa, respetuosa del
contexto, consciente del gran valor que tenemos como sociedad y darla a conocer
al mundo a través de trabajos llenos de sentimiento y amor por lo que es
nuestro. Debemos preocuparnos más por
regresar el adobe a nuestras construcciones y menos por apresurarlas con
paneles prefabricados de poliuretano, debemos preocuparnos más por hacer
centros urbanos para el ser humano que por hacer inhumanas vialidades para el
vehículo privado, debemos preocuparnos más por destacar por lo que somos y no por
ser una copia barata de alguien más.
JPV
Decía Luis Barragán, "para ser verdaderamente originales, antes hay que reconciliarnos con nuestras tradiciones", muy buena reflexión!
ResponderEliminar¡Hola! Muchas gracias por leernos y comentar con nosotros tu opinión. Tenemos aún tanto que aprenderle a Luis Barragán y tanto que desaprender de discípulos suyos convirtiendo nuestra arquitectura en una lista de elementos a seguir sin ninguna convicción o valor que se traducen en el Disneylandia de la Arquitectura Mexicana. Ojalá logremos en un futuro cercano reencontrarnos con nuestra historia y nuestra cultura.
EliminarUna frase coloquial: no compongas lo que no está descompueso, sin duda el proceso de globalización ha intervenido en todos los aspectos de la vida diaria, la modernidad es sin duda parte de la evolución de las personas, sin embargo hay muchas cosas que han funcionado y sigue funcionando, ese término tan usado "ya no lo hacen como antes", creo que en lugar de querer cambiar todo radicalmente debemos aprender de lo existente, mejorar no significa cambiar al cien por ciento lo que ya hay, sobre todo cuando en efecto dichos cambios van parecer puntos y manchas en el lienzo de una bella ciudad que de pronto muestra edificios y construcciones que parecen perdidos entre una armonía muy diferente y que si, tiene una razon de ser.
ResponderEliminar¡Hola Thania! Muchas gracias por tu comentario. La ciudad es la obra más grande del ser humano y responde a un crecimiento emergente o natural de acuerdo a las necesidades de su población -algunas veces controlado y otras ignorado por el sector gubernamental- que cambia día a día haciéndola más interesante y más "personalizada". Sin duda en este proceso interminable de transformación, reconocer nuestros valores es una tarea de suma importancia no sólo para arquitectos sino para toda la población. Es bueno saber que nuestras ciudades cuentan con personas con pensamientos como el tuyo.
Eliminar