miércoles, 1 de octubre de 2014

Pedro y el lobo

Odile será por mucho tiempo un parteaguas en Baja California Sur y principalmente en Los Cabos.  Después de tantos años de esperar que un huracán de tal magnitud tocara tierra, finalmente Odile lo hizo y como Pedro y el lobo, nos tomó a todos completamente desprevenidos.  No se trataba de acudir al súper por enlatados y garrafones adicionales de agua ni de cubrir nuestras ventanas con triplay o líneas de cinta canela, sino de acciones que tuvieron que realizarse mucho tiempo antes.  Los estándares constructivos deberían ser más estrictos en una zona susceptible a este tipo de fenómenos naturales y si el trabajo de control y normatividad le queda grande a los ayuntamientos locales, deberíamos ser los profesionistas quienes estableciéramos una mínima calidad en la construcción, tratando de evitar cualquier daño a la población y sus bienes.

El Arco de Cabo San Lucas
La población de Baja California Sur en su mayoría somos un grupo nuevo y joven; al proclamarse en 1974 como Estado Libre y Soberano contaba con una población de poco más de 160,000 habitantes que para el 2010 se elevó a 637,026, cuadriplicándose en tan solo 36 años con una inmigración de más del 40% y que en el caso específico de Los Cabos representa casi el 60% para el censo del 2010.  Esta juventud que nos caracteriza, sin duda ha repercutido en la memoria histórica y de no ser por el Huracán Juliette en 2001 que tocó tierra en La Paz como categoría 1, no tenemos mayor referencia de fenómenos naturales aun cuando huracanes de mayor categoría como Jimena en 2009, Norbert en 2008 o John en 2006 únicamente en la última década, pudieron haber tenido mayores afectaciones.

Los pocos habitantes nativos de Baja California Sur o aquellos que migraron a este estado antes de 1976, seguramente recordarán a Liza: un huracán categoría 4 con vientos de hasta 220 km/h que supera a Odile tanto en categoría como en la velocidad de sus ráfagas y que de acuerdo a algunos historiadores, tuvo más de 7000 muertos (Morgan) únicamente en La Paz, donde tocó tierra reventando un gavión que arrasó con más de 30 colonias enteras. 

Gracias al temblor de 1985, la Ciudad de México cuenta con uno de los más estrictos reglamentos de construcción en términos de seguridad –obsoleto desgraciadamente en temas de diseño arquitectónico y urbano– aplicando eficientes coeficientes para elementos estructurales e instalaciones, originado “a la mexicana” para tapar el pozo después del niño ahogado.  En el caso de Baja California Sur y específicamente de Los Cabos, la situación es completamente diferente pues ni después de la tragedia se han aplicado correctivos legales; o la memoria colectiva se ha perdido después de 38 años de lo sucedido o los nuevos pobladores no estamos conscientes de los riesgos que corremos por construcciones sin previsión.

El uso de ventanales con cristal sin templar ni película de seguridad, cancelería ligera, paneles prefabricados para fachadas flotantes y ligeras, cubiertas auto portantes, sistemas constructivos ligeros y bastidores de acero no estructural, son sólo algunos de los elementos constructivos que más daño sufrieron durante Odile en días pasados, que afectaron gravemente el patrimonio de la población en general y no sólo de sus propietarios pues con su desprendimiento hicieron daño en propiedad ajena y que en un considerable número de casos se están reparando mediante los mismos sistemas.  Apostarle a las estadísticas y esperar un huracán dentro de una década es apostarle nuevamente a la destrucción y al pánico colectivo que nos invadió en esta ocasión.

La oportunidad que se nos presenta el día de hoy para lanzar nuevamente Los Cabos como un destino atractivo para el turismo local e internacional es inmejorable.  No me gusta el término “reconstruir” por la connotación de destrucción que representa y a mi parecer –a excepción de algunas construcciones que por la mala elección de su sistema constructivo tuvieron graves afectaciones– Los Cabos está en pie y en sólo 15 días podemos ver que se ha recuperado y hemos regresado a nuestra rutina.  Es momento de regresar al origen que a todos nos motiva para continuar trabajando por esta tierra y ver en la tradición y arquitectura mexicana la posibilidad de ofrecer un producto que sea no sólo fuerte contra cualquier fenómeno natural sino un verdadero reflejo de quienes somos.  Ahora podemos aprender de nuestros errores y crecer con ellos para no volver a cometerlos y en 10 años a partir de ahora, sufrir nuevamente las consecuencias de nuestros actos.

JPV


Si deseas mayor información de los datos que he mencionado en este texto o consultar las fuentes de las que la he obtenido, puedes entrar a los siguientes vínculos:

https://sites.google.com/site/historiabcs/huracan-liza

http://smn.cna.gob.mx/ciclones/historia/ciclones1970-2011.pdf

http://www.ugm.org.mx/publicaciones/geos/pdf/geos04-1/Martinez-Gutierrezetal.pdf

http://www.inegi.org.mx/

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