La literatura es mágica; unas
cuantas palabras, correctamente acomodadas, pueden transportarnos a kilómetros
de distancia o plantearnos escenarios imaginarios que van de lo armonioso a lo
catastrófico en sólo unos renglones de separación. Describir con palabras un escenario para
convertirse en imágenes tridimensionales, es un don que no todos poseemos pero
que podemos disfrutar teniendo un libro en la mano. No importa el género que nos atraiga, podemos
disfrutar el romanticismo de Jane Austen en los campos británicos, los horrores
descritos por Stephen King o Anne Rice, los apocalípticos mundos de Herbert
George Wells, los lugares más mágicos e imaginarios de J.K. Rowling y por qué
no, también las escenas más eróticas de Megan Maxwell o E. L. James. Sin importar nuestros gustos y preferencias,
hay un bagaje literario amplísimo en espera de ser descubierto por nuestras
mentes, en donde los volvemos realidad palabra tras palabra.
Y con la explosión del séptimo
arte, cada día es más común ver en una pantalla nuestros libros favoritos
convertidos en realidades alternas más tangibles, plasmadas a través de la
visión de un conjunto de productores, directores, escenógrafos, camarógrafos y
actores que dejan a un lado nuestra imaginación para que vivamos la literatura
a través de sus ojos. Pero la
literatura, por más descriptiva o explícita que pudiera parecernos, dejará
siempre a sus lectores la posibilidad de imaginar de forma única, exclusiva y
personal, los universos que plantea; unos zapatos negros de charol, una
almidonada camisa blanca, un elegante sillón de piel o un extenso campo de
colores otoñales, representan infinidad de posibilidades en nuestra mente, todas
ellas correctas. Al momento de verlas en
una pantalla, podemos ver reflejados nuestros deseos, podemos considerar
superada nuestra visión o también podemos ver pobres y austeras
representaciones que no coinciden con los escritos originales o que se quedan
cortas a nuestras posibilidades creativas.
Una misma historia, son cientos de posibles realidades de acuerdo a los
ojos que la leen.
En este giro de la literatura al
cine, la arquitectura juega un papel fundamental. Los mundos épicos de Harry Potter o de El
Señor de los Anillos, son espacios tridimensionales en los que participaron
grandes arquitectos efímeros; construyeron física y virtualmente ciudades
completas a partir de palabras y logran transportarnos a esos mundos
fantásticos que poco se relacionan con los edificios que vemos diariamente o
los paisajes a los que estamos acostumbrados.
Pero la arquitectura cotidiana en el cine representa un reto mayor; es
más fácil para cualquier lector imaginar un objeto común con el que tiene
contacto diariamente y por ello será más dura la crítica al plasmar un espacio
que estaba perfectamente ilustrado en nuestra mente.
“50 sombras de Grey” ha sido uno
de los libros más criticados de los últimos años; el estilo de E. L. James sin
duda no fue bien recibido por los conocedores literarios – y debo coincidir con
ellos en esta ocasión – pero gracias a la curiosidad de los lectores y a la
publicidad que le generaron con sus comentarios, se convirtió en un Best Seller
internacional. Sin importar si nos
identificamos con la historia ni nuestra atracción a este género literario tan
particular, muchos leímos los libros para saber en qué consistía el fenómeno
“50 sombras” y hacer una crítica válida.
Ahora, la misma historia nos llevó al cine y nuevamente la crítica
internacional no se ha hecho esperar.
Como fanático del cine, la
película no cumple las más mínimas expectativas. Como arquitecto, lamento decir que aún menos, pero en gustos son rompen géneros. Los
espacios minimalistas y contemporáneos que se describen en los textos se quedan
cortos en la representación cinematográfica; pisos mediocremente colocados,
muebles eclécticos que no dialogan con el estilo de vida que la escritora
describe, un cuarto rojo que le hace más justicia a una caballeriza de casa
campo y un gran espacio para el piano con la mejor vista del skyline de Seattle
que decepcionaría a cualquier magnate.
En nuestro intento por jugar con
los espacios, nos dimos a la tarea de proponer el gran salón del departamento
de Christian Grey de acuerdo al texto original.
Un impecable piso de mármol negro con un elegante y simple piano con
vista a la bahía logran un espacio completamente diferente. ¿Qué opinas de nuestra propuesta? No olvides
dejarnos tus comentarios, es importante para nosotros saber tu opinión y seguir
ofreciéndote textos e imágenes interesantes para lograr un diálogo con nuestros
lectores.
JPV
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