martes, 10 de febrero de 2015

Ciudad 2.0

La ciudad es mucho más que un conjunto de objetos aislados que necesitamos conectar; su origen no es la calle que nos lleva de la casa al trabajo o la escuela, sino el lugar público por excelencia.  Igual como necesitamos un espacio privado en el que podemos sentirnos refugiados y satisfacer nuestras necesidades humanas más básicas, necesitamos espacios en los cuales podamos relacionarnos con nuestros semejantes, con la naturaleza, con el clima.  Las redes que conocemos ahora como calles, en algún momento fueron para los seres humanos; las ciudades en las que el automóvil no fue concebido como una necesidad, parecen más humanas y más correctas que las contemporáneas soluciones viales con las que contamos ahora, generamos más espacios deshumanizados al tiempo que generamos más y más organismos para la defensa de nuestros derechos como ciudadanos.  Somos sin duda incongruentes y generamos ciudades incongruentes; construimos centros comerciales que parecen ciudades en lugar de regenerar la ciudad para incorporar comercios, planteamos sistemas de transporte inteligentes para dar más espacio al vehículo privado sin pensar en nuestras necesidades de desplazamiento, pensamos en lugares cada vez más exclusivos que cierran el paso a calles, plazas y playas donde no hay ni democracia, ni igualdad, ni derechos.

Y ahora que los canales de distribución han cambiado, la ciudad lo hace también.  El desplazamiento de satisfactores e información que antes requería días y grandes vehículos, se ha reducido considerablemente.  La red imperceptible de ondas e información ha transformado significativamente nuestras vidas; tenemos música y cine al alcance de un “click”, podemos trabajar y estudiar desde casa eliminando la necesidad de desplazarnos, hacemos ejercicio en máquinas fijas frente a un monitor en movimiento.  El sistema de conexiones que necesitábamos para adquirir nuestros satisfactores está muriendo y con él, la ciudad.  Y frente a esta realidad, ¿seguimos necesitando ciudades?

Encuentra la imagen original en https://twitter.com/paulocoelho/status/443754000580878336/photo/1Las complejas relaciones humanas se han resuelto con la frase “wi-fi”.  La mayor parte de espacios de convivencia ahora tienen este incómodo apellido como parte fundamental de la existencia humana; los restaurantes que antes servían para encontrarnos con nuestros amigos, platicar nuestras experiencias y convivir, se han quedado como un conjunto de sillas donde los comensales de la misma mesa platican a través de celulares y tabletas.  En los parques es difícil encontrar una pelota o un papalote pero muy fácil ver niños jugando con novedosos equipos electrónicos, donde virtualmente y al alcance de un dedo patean un balón o luchan contra el viento para no derribar papalotes inexistentes.  Los espacios públicos están desapareciendo y al parecer cada día nos acercamos más a las realidades futuristas que presentan las películas, seguramente los escritores de “Wall-e” estarán muy orgullosos de ver como su creación se está volviendo una realidad.

No cabe duda que el cambio en los canales de distribución es un gran logro de la humanidad, un fenómeno que ha permitido avances significativos en la democratización de satisfactores e información al tiempo que ha segregado más a la población de acuerdo a su educación y poder adquisitivo, armas poderosas en contra de los gobiernos totalitarios y corruptos.  No cabe duda que la globalización – y el neoliberalismo – no serían posible sin los medios de distribución y comunicación inalámbricos pero también han producido una deshumanización terrible y la destrucción paulatina de la ciudad a un nivel que Jane Jacobs jamás hubiera imaginado en 1961 cuando publicó su obra maestra “Vida y Muerte de las grandes ciudades”.

¿Cómo humanizar la ciudad a pesar de la tecnología? No escribo este texto para desincentivar ni para satanizar las redes inalámbricas, de las que ahora dependemos fuertemente en nuestra vida personal y laboral, sino con la intención de construir ciudad con ellas y a pesar de ellas.  La ciudad no debemos entenderla como conexiones sino como vitalidad; no se trata de recorrer una calle para llegar del punto A al punto B sino de todo lo que podemos hacer en el trayecto, de la gente que podemos conocer, de las tiendas en las que podemos consumir, de los parques y obras que podemos contemplar.  Se trata de aprovechar la tecnología para volver a tener tiempo de vivir la ciudad en carne y hueso y no a través de una pantalla, de contemplar todo lo que nos rodea, de ser ciudadanos y no claves IP de descarga de información.  No queda más que concluir justo con la frase final de Jane Jacobs:

“Es verdad que las ciudades inertes y sin vigor suelen contener los gérmenes de su propia destrucción y poca cosa más.  Pero en cambio, las ciudades de vida intensa, animada y diversa contienen las semillas de su propia regeneración y tienen la energía suficientes para asumir los problemas y necesidades ajenos” Jane Jacobs.  Vida y Muerte de las grandes Ciudades. 2011.


JPV

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