El arte, el diseño y la
arquitectura son fenómenos cíclicos. Los
clásicos griegos y romanos se han tomado como inspiración más de una vez como sucedió
en el Románico o el Neoclásico en la arquitectura y el Isabelino en la
literatura. Por su parte, el modernismo
regresó bajo el nombre de minimalismo aprovechando los adelantos tecnológicos
con los que Le Corbusier o Mies van der Rohe no contaron en la década de los 50
e igual como el neoclásico se desbocó en el barroco abigarrado característico
de la Nueva España, el minimalismo lo hizo con el deconstructivismo de Zaha
Hadid o Ghery que tantas críticas han tenido en el nuevo milenio.
Esta segunda década de los años
2000 inicia con una nueva historia. No
podemos hablar de un estilo contemporáneo puesto que cada estilo es contemporáneo
a su época, ni me gustaría tomar el término ecléctico pues sería copiar lo que
se ha hecho hasta ahora, dejando las propuestas artísticas y espaciales a la repetición
y no a la innovación… seguramente los grandes teóricos del futuro buscarán un nombre
adecuado a lo que vemos ahora en el mundo, que para mí no hay mejor término que
lo defina que “egocentrismo”. El mundo
hoy es tan personalizado como cada uno de los siete mil millones de habitantes
que compartimos nuestro planeta; la globalización ha roto cualquier frontera
física y más allá de apropiarnos de una región o una zona específica, estamos
apropiándonos de todo cuanto se conoce.
Eliminando las connotaciones
negativas del término, la arquitectura nos da ahora posibilidades infinitas
para personalizar nuestros espacios y volverlos completamente nuestros. Se han acabado los límites y los moldes; los
diseñadores debemos ver por todo el mundo cuales son las tendencias actuales y
junto con nuestros clientes, hacer propuestas tan personalizadas como nos sea
posible. Existen algunos muros aún por
derribar, sin duda, que serán los que exijan mayor creatividad por parte de los
especialistas para lograr obras cada vez más únicas y exclusivas. Finalmente, a pesar de la paleta de colores
que se haya determinado o de las texturas predominantes, tenemos 202 países para
voltear y encontrar lo que más nos guste.
Y junto con las fronteras, se
acabaron también los moldes. La regla de
la arquitectura mexicana que han seguido al pie de la letra Legorreta y Sordo
Madaleno desde años atrás y aún conservan bajo los principios de Luis Barragán,
que le valieron el Pritzker en 1980, se ha terminado. No se trata de eliminar el contexto sino de
eliminar romanticismos; la arquitectura mexicana es mucho más que muros rosas y
naranjas con repeticiones simétricas de cuadros que pueden ser nichos, ventanas
o ventanales, como la arquitectura estadounidense no sólo son rascacielos de
cristal. Hacer arquitectura para el
sitio, para el cliente y para el usuario, no depende de modelos matemáticos;
los arquitectos ahora nos vemos en la tarea de adentrarnos a mundos tan
independientes y personalizados como cada uno de nuestros clientes.
La silla Acapulco, un clásico de
la década de los 50 durante la explosión de este gran destino turístico a
nacionales e internacionales, ahora es utilizada por el arquitecto interiorista
Luis García Fraile en Ibiza o por Jonas Labbé y Johannes Schotanus en Copenhagen. Al acabarse las fronteras, un emblema mexicano es usado como objeto de diseño en todo el mundo; y no sale del
contexto, se une a otro más amplio en el que convive con todos los demás
elementos que los arquitectos han creado a partir de una necesidad, un gusto,
un deseo espacial.
¿Qué define al “egocentrismo”? Su
mejor característica es que no hay características… es el estilo más heterogéneo
que se ha trabajado hasta el día de hoy, resultando en propuestas tan variadas
e infinitas cómo le es posible; cada uno de nosotros le brinda un aire nuevo y
diferente de acuerdo a lo que deseamos obtener, por eso finalmente es
egocéntrico. Pero al contrario del minimalismo
que lo antecede, este estilo está preocupado por el mundo; promueve la
sustentabilidad, el uso de materiales aparentes de la región y a pesar de la
variedad de elementos a los que puede acceder, favorece los locales. Es, sin duda, un estilo con consciencia;
construye el contexto de una forma comprometida y libre no sólo preocupado sino
ocupado por dejar un mundo mejor del que nos dejaron a nosotros. Es el reflejo de nuevas generaciones que han
empatado en la arquitectura: las generaciones X, Y y Z. Lo que no se vale: seguir
usando el blanco y los volúmenes “puros”; es momento de evolucionar.
JPV
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